Después de muchos meses sin hablar de mis batallitas pasadas, hoy quiero hacer un alto en el camino para volver a revivir (y remover un poco por qué no?) la leyenda y el misticismo que acompañan a la figura que durante años fue el Comandante de mi ejército de Guardia Imperial: el Coronel Mathew.
Todo empezó como suelen empezar las pequeñas historias que envuelven a grandes héroes anónimos, un golpe de suerte y una prensa insidiosa ávida de noticias que lo encumbró al estatus de Héroe del Imperio, pero… ¿cómo pudo ocurrir? Bueno, quizás lo mejor será que empiece por el principio.
¿Quién es en realidad el Coronel Mathew?
La realidad muchas veces supera a la ficción, pero no es el caso. La verdad es que Mathew no destacó durante sus años en la academia de oficiales de Pretoria, sus instructores opinaban de él que ejercía el mando de forma errática, dando lugar a situaciones insostenibles para sus tropas a las que hacía luchar adoptando estrategias no aptas para la Guardia Imperial.
La suerte quiso que el mando le llegara durante su primera batalla. Durante una reunión de campo entre el Estado Mayor y los principales oficiales del frente del ejército Pretoriano, un obús hizo impacto contra el bunker de mando donde se desarrollaba la reunión y nadie consiguió salir. El joven teniente recién salido de la escuela de oficiales no estaba en dicha reunión, Mathew no fue incluido en la lista de asistentes por un error burocrático y al llegar esa misma noche a la línea de frente no formaba parte de manera oficial en el registro.
Las tropas, al escuchar la noticia de la muerte del Estado Mayor, empezaron a romper el contacto con el enemigo, en algunas zonas la retirada se formó de forma ordenada gracias a los veteranos que asumieron un papel importante en controlar el pánico, pero en otras zonas la ruptura supuso la pérdida de miles de vidas.
Los comunicadores de los enlaces comenzaron a crepitar con una serie de coordenadas repetidas en bucle, las fuerzas que hasta hacía pocos instantes se precipitaban a una desbandada sin control vieron como se les ofrecía una salida a su huida. La mayoría asumió que se trataba de un intento de evacuación, ya que las coordenadas coincidían con el espaciopuerto de carga asignado para naves ligeras, la decepción fue mayúscula, nada más llegar a la zona las unidades eran reasignadas a una nueva línea de frente. Las tropas que habían perdido a sus mandos directos fueron reasignadas bajo el mando de nuevos líderes, estas reasignaciones estaban basadas en premisas que nadie entendía, se formaron nuevas unidades con miembros que parecían escoger de manera aleatoria de entre los soldados que volvían del frente cumpliendo ordenes basadas en una lista que les hicieron llegar.
Con las nuevas unidades formadas y una vez recuperado el control sobre el caos inicial, el ejército Pretoriano empezó una nueva guerra. Perdidas las posiciones defensivas, los Pretorianos se encontraban desmoralizados, pero los nuevos mandos se revelaron extremadamente eficaces en focalizar los mandatos del nuevo Estado Mayor.
El empleo de las unidades recién formadas resultó clave para la victoria final, estas unidades fueron formadas por los más violentos de entre los componentes de todo el ejército, soldados con arrestos disciplinarios, asíduos de todas las cárceles del sector y agrupados según parámetros de comportamiento rozando el salvajismo; también juntaron a los que tenían pasados suicidas o comportamientos extremadamente temerarios y otra unidad la componían borrachos, adictos, etc… Estas unidades fueron rearmadas y asignadas a los pocos vehículos de transporte que tenían disponibles, mientras estas unidades se lanzaban a un ataque frontal contra el enemigo, el resto de tropas Pretorianas avanzaban de forma metódica sus filas, buscando superar al enemigo y enterrarlo bajo miles de granadas de fragmentación que, con suerte, no matarían a sus compañeros de las «Unidades Suicidas», término que se acuñó para ellas durante el mes y medio que duró la pacificación del planeta.
Volviendo a la realidad
Todo esto nació como resultado de la compra de la caja de Pretoria que serviría para ampliar las fuerzas de Tallarn de las que ya disponía. Mathew fue el nombre escogido para la figura del comandante Pretoriano de la caja durante la dura etapa que supuso la Segunda edición de Warhammer 40000 para la Guardia Imperial.
En esa edición los combates cuerpo a cuerpo eran crueles para los pobres guardias, casi todo el resto de ejércitos nos superaban en ese campo, además, para mayor gloria, en la G.I. teníamos también los temidos rifles láser, apodados cariñosamente como «linternas», así que solo en el apartado de tanques destacábamos un poco por encima del resto, siempre y cuando el ataque fuese frontal y no impactara en barquillas o orugas, o eso creían todos, pero no, también teníamos otra ventaja y no era mas que la poca consideración del enemigo hacía nuestra tropa básica. Es cierto que esta fue una época dorada para la Servoarmadura y que con la G.I. necesitabas superar ampliamente en número al enemigo y algo de suerte para conseguir quitar a un marine del medio.
Una serie de victorias empleando tácticas basadas en el uso de granadas, la búsqueda constante de trabar unidades enemigas a media mesa, y un combate cuerpo a cuerpo épico contra una escuadra de 5 Marines de Asalto de los Ángeles Oscuros con Capellán al mando, que después de 4 rondas de combate hizo que quedaran en pie el Capellán con una herida y Mathew aguantando solo la posición gracias a su habilidad de Veterano, le valieron para pasar a la categoría de personaje por galones y que fuese creciendo la leyenda.
La miniatura, como no, esta aquí esperando su siguiente oportunidad de hacer crecer la leyenda y el misticismo que la envuelve, espero que os guste.
Un saludo.
Gran historia y preciosa Mini. Me encantan los Pretorianos de G.I. y este tuyo ha quedado fantástico.
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Muy buenas, gracias por leerte la historia y comentar, me alegro de que te guste como ha quedado la mini, ya hace tiempo que le debía un pintado. Un saludo
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